de cuando lo inminente
es, si cabe,
aún más vaticinable.
Esas manos hipócritas
que te llevan lejos de mí.
Esa máscara de valores arcaicos
-obsoletos y primitivos, mas indiscutibles-
que afirman que lo que hay
será así por los siglos
de los siglos.
Y es que una parte en mí
se niega.
Y se rompe.
Y cae
y vuelve a caer para levantarse
y seguir luchando
-ya sin armas-
contra lo establecido,
en ese coliseo de vanidades que llamamos
sociedad.
Son los cristianos quienes, esta vez, me echan a los leones.
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