Grito.
Mis ojos se quedan blancos.
Convulsiono
en espasmos involuntarios
de frustración y odio.
El señor loquero me exige que me calme.
Grito. Grito y no me
oigo.
Me retuerzo en un espacio limitado,
me ahogo y hundo
en un aire de mercurio y plomo.
La claustrofobia es palpable.
Grito. Grito y no me
oigo.
Vuelvo a preparar mi camisa de fuerza
y vuelvo a sumergirme en el lodo.
Todo aparenta ser como antes.
Grito. Grito y no me
oigo.
Grito y no me oyes.
Grito y no me oyes.
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