Hace ya bastante tiempo que nadie planta
en mi pecho
ninguna flor equiparable al vergel que
instalaste en él.
El cual regabas a diario,
y cuyos frutos degustábamos
mirando al mar en Septiembre.
No debería echarlo de menos,
de cualquier modo;
me he convertido en un ser de barro.
El cielo en Abril,
el olor de sus noches
son ahora mi consuelo.